Noche de
truenos, caigan chuzos de punta por las calles convertidas en torrentes
diabólicos, no había un alma por ningún sitio y la oscuridad mezclada con miedo
pavoroso del más completo cáos reinante
hacía presagiar un acontecimiento maligno más allá de la razón y de las
oscuras sombras siniestras que apestaban
aquellas horas fúnebres en las que
reinaba la muerte. En una oscura habitación una mujer en cama estaba
retorciéndose con gritos de dolor inmundo que acompañaban a los truenos de la
tormenta. A merced del destino y del estrépito de aquella siniestra noche, dos
médicos, una enfermera, y su cornudo esposo trataban de ayudar en una situación
imposible. La malparida cuyo bebe estaba a punto de nacer se revolcaba vilmente
en la cama incapaz de contener los horrendos dolores de aquel parto maldito que
la mataba a cada segundo de reloj. Los truenos se mezclaban con los alaridos
creando una atmósfera infernal de sangre y agonía. De pronto los dos médicos
cayeron al suelo con gran espanto, con los ojos salidos de las órbitas y con el
más completo horror dibujado en sus caras, paralizados e incrédulos por lo que
acababan de ver. El padre se acercó a su mujer rápidamente porque asomaba ya la
cabeza, médico y enfermera, otra vez al ataque trataban de sacar aquella cosa horrenda
que parecía sacada del mismísimo infierno. Los alaridos eran terribles en mitad
de aquella noche de truenos, el espécimen se abría paso mientras uno de los
médicos mojaba sus pantalones hasta los zapatos. La enfermera chillando como una loca retirase sumida
en pánico y horror mientras el otro médico terminaba de sacar aquello de entre
las entrañas. La mujer, exhausta, moribunda por la pérdida de sangre y el
gigantesco esfuerzo y tormento que la desgarraba por dentro en mitad de una lujuria sangrienta de horror, no
llegó a verle. Su joven esposo contempló aquel pequeño
monstruo nacido de la mujer que más quería. Ella murió pocos
instantes después y el padre poseído por el dolor cogió aquella cosa, la asfixió con sus manos y lo tiró a un vertedero de enfrente de la calle. Subió
arriba deprisa para arropar a su mujer que ya poco podía hacer por ella. Médicos
y enfermeras se quedaron un tiempo para tratar de consolar lo inconsolable.
Había perdido a su mujer y a su hijo o lo que fuese, en una noche. Mientras una
ambulancia se llevaba el cuerpo de su mujer un desconocido encontraba aquella criatura deforme
entre la basura y escondiéndola entre sus brazos, se la llevó consigo calle
abajo en mitad de la lluvia, el agua y los truenos hacia la espesura de la
noche……
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