Brillaban como aceros los ojos victoriosos
y las sangrientas llamas de su antorcha
alumbraron la honda cripta de mi alma.
-¿Vendrás conmigo?- No, jamás; las tumbas y los muertos me espantan- respondí
Pero su férrea mano mi diestra atenazaba.
- Vendrás conmigo... Y avancé en mi sueño cegado por la roja luminaria.
Y en la cripta sentí sonar cadenas
y el rebullir de mil fieras enjauladas.
A. Machado
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