¿Qué hay más
allá del miedo? Soledad y vacío. Una
soledad tan solitaria que llega incluso a matar y un vacío tan doloroso e incomprensible a la vez, que termina en el más perfecto éxtasis de la locura. Y detrás de esto tinieblas que todo lo invaden, tan llenas de
sombras que casi se pueden tocar. No hay vida, ni ninguna clase de actividad,
solo soledad, mucho dolor y nada con un envoltorio mugriento que apesta a oscuridad
perpetua. El miedo, el más antiguo enemigo de nuestras violentas conciencias ha
venido para quedarse, horriblemente mutado en lo mundano de la rutina diaria,
pero terrible a su vez, como la nada, tan siniestra, tan oculta en sí misma,
son sus jinetes del apocalipsis que le acompañan. Y después más oscuridad, que es de lo que está hecha el alma del hombre,
perdida por completo por el miedo que la ha mutilado y domina a placer. Solo si nos adentramos en el
silencio nocturno de nuestra mente posesa podríamos llegar a comprender esta espantosa
disyuntiva de nosotros mismos poseídos por toda clase de miedos perdidos que
nos gobiernan.
Y es ahí en
el más profundo y tenebroso rincón de nuestra mente dominada, ahí donde eclosionan nuestras pesadillas, cuando podemos
llegar a sentir su apestoso aliento claustrofóbico, que nos seduce e hipnotiza y
nos lleva en caída libre por el abismo lúgubre y mortecino de la muerte,
siempre impasible, mortal, repugnante pero embriagadora que nos inutiliza
y enloquece vilmente. El miedo, ¿Pero qué
es en realidad? No es más que el putrefacto aliento gélido de nuestra perdida conciencia
inhumana, tan horrenda, tan inescrutable, pero a su vez tan oscura y
desconocida…
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